También la medicina en Querétaro tiene sus historias románticas, aquellas que inspiran a otros para seguir el camino, para tomar la estafeta. La historia del doctor Mario Echavarría Loya es una de ellas.
Nacido hace más de setenta años en Chihuahua, nos dice que desde muy chico, en la preparatoria, eligió estudiar la carrera de medicina. ‘Siempre me gustó la biología, química, la zoología, la botánica, desde entonces me enfoqué en las ciencias biológicas’.
Cuando publicamos parte de la entrevista en las redes sociales de Ciudad y Salud, los comentarios llovieron a montón. Adultos que dijeron haber sido pacientes del pediatra, maestros de la Facultad de Medicina que lo reconocen por haber sido un gran maestro, una inspiración para ellos.
Nos recibe en su casa ubicada en la colonia Álamos. Su trato es muy sencillo y atento. Antes de iniciar la entrevista platicamos con él. Le decimos que el Colegio Médico y buena parte de nuestros amigos médicos nos pidieron que habláramos con él. Que era toda una institución en la medicina queretana.
Se sonroja. Nos pide lo acompañemos a su pequeño despacho y biblioteca. Nos muestra con orgullo la imagen de una placa con su nombre empotrada en una de las aulas de la facultad. Se trata de un reconocimiento a su carrera no sólo como médico pediatra sino también como forjador de muchas generaciones de médicos queretanos.
Nos muestra el reconocimiento que el Congreso del Estado de Querétaro le hizo por su servicio como profesionista queretano y nos muestra fotos con sus hijos, uno de ellos cardiólogo, también muy destacado.
Su esposa baja a saludarnos y a ofrecernos algo de tomar. El maestro, el doctor al final de la entrevista dice estar feliz, satisfecho con su vida y lo que ha creado.
Está retirado del ejercicio de su profesión y de las aulas universitarias.
Nos habla de la elección de su carrera pero también de otra elección que marcaría su vida: Querétaro.
Nos cuenta que de Chihuahua a la Ciudad de México, en donde estudió la carrera, se hacían 19 horas en camión. Y que una vez regresando de la capital, el camión hizo una escala en la antigua central camionera, enfrente de la alameda queretana. Que bajó sólo unos minutos para estirar los pies y cuando regresó al camión, éste ya se había ido. Entonces decidió caminar por nuestra ciudad para hacer tiempo y tomar el siguiente autobús. Eran los años setentas.
Recuerda que ahí se enamoró de Querétaro. Narra que recién había llovido y que el olor del adoquín mojado fue lo que lo enamoró. Ese joven se prometió vivir en esa ciudad cuando las circunstancias se lo permitieran. Esta es parte de la plática que tuvimos con el doctor Echavarría.
-¿Qué le dijeron sus papás cuando les dijo que quería ser médico?
– Se alegraron mucho, les dio mucho gusto. Estaban muy contentos, yo soy de Chihuahua, Chihuahua y me fui a la ciudad de México a estudiar a la UNAM a los 18 años, entonces salía en camión.
-¿No le espantó al joven provinciano la Ciudad de México?
– No porque creo que mi generación es una generación que tenía muchas inquietudes y yo considero que para mi la Ciudad de México representó un momento de oportunidad. Ahí estaban los mejores hospitales del país y era una oportunidad muy importante. Considero que es un nicho de oportunidad para que las personas se puedan preparar mejor. Ahora hay muchas facultades de medicina en el País. Cuando llegué a Querétaro apenas comenzaba la facultad aquí.
Egresado de la Universidad Nacional Autónoma de México -inició la carrera en 1969- el doctor Loya dice que en esos años no era difícil entrar, sino terminar y terminar bien pues aunque era una generación muy grande, pocos tenían la posibilidad de hacer una especialidad o de estudiar un posgrado. ‘La UNAM es una Universidad muy importante pero además es muy enriquecedora’.
-¿En qué momento decide especializarse en pediatría?
– Yo viví muchos años, como estudiante, enfrente del Hospital de Pediatría del Centro Médico Nacional. Desde segundo o tercer año yo pasaba el tiempo fuera de la escuela en ese hospital, entonces fue una afinidad, una empatía muy importante el tratar a los niños, a los bebés.
-¿Estudiar medicina conlleva sacrificios que no tienen otras carreras?
– El que estudia medicina supuestamente debe estudiar más, en el caso de medicina pues las personas tienen que dedicarse a la carrera, aquí no se pueden compartir trabajos u otro tipo de actividades. Y lo vemos con los residentes, los médicos en formación que no están titulados y que están laborando en condiciones iguales a otras carreras pues un médico en formación recibe un salario bajo y la semana de cuarenta horas las cubre en dos días, en tres días. Entonces sí es muy difícil ser estudiante de medicina.
-¿Cómo lidia un médico con un fracaso?
– Se debe aprender a vivir con situaciones que en algunas ocasiones no tenemos el resultado que nosotros esperamos.
-¿Cómo lo aprendió usted?
– Con la vida, así es la vida. La vida no va a ser como uno quiera, sino más bien es tratar de hacer las cosas bien para tener un resultado. Tener bien definida la situación de que voy a ver a un niño y espero tener buenos resultados pero habrá situaciones donde no podamos cumplir con todos los objetivos porque es un niño que tiene malformaciones congénitas, porque tiene una serie de cuestiones que están por arriba de las posibilidades de la persona.
-¿Después de 50 años de profesión uno se hace inmune a este tipo de emociones?
– No. Se aprende a vivir con ella, pero no puedo decir que yo sea indiferente hacia la enfermedad de un niño o la carita de un niño que está sufriendo, una carita de un niño que tiene un problema que no se va a corregir o niños con problemas que tienen mal pronóstico, no, uno no deja de vivir esa situación.
-Hablemos de otra elección muy importante en su vida: Querétaro ¿cuándo decide venir a vivir aquí?
– (Ríe) Es algo…yo era estudiante de medicina y entonces el camión se detuvo aquí en la central camionera y me dejó. Siempre he sido muy disperso y el siguiente camión pasaba en tres horas y me fui al centro, me fui a lo que es la Plaza de la Constitución, en ese momento llovía, el adoquín en Querétaro, cuando llueve, tiene un olor muy agradable y a mi me gustó mucho y pues quedé prendado de la ciudad y ahora después de tantos años veo tantas cosas buenas que tiene la ciudad y el estado y a mi Querétaro me dio la oportunidad de trabajar, me abrió las puertas y aquí me voy a quedar.
-Usted, maestro fundador de la Facultad de Medicina…
– Yo era residente en México de pediatría y venía a dar algunos temas a la primera generación. Estas clases se daban en la hemeroteca, al lado de la rectoría y fueron los primeros años, eso fue en 1978. Yo venía a dar clases y continué dando clases desde entonces.
– Cuántas generaciones no habrán pasado por su cátedra. ¿Qué siente de ver a esos alumnos realizados?
– Considero que en mi caso, lo que yo aporté, siempre me gustó la enseñanza y de docencia desde mi etapa de residente como pediatra; viví una etapa muy agradable porque fueron las primeras generaciones que tenían una mística, una personalidad muy grande, también el nicho de profesores tenían mucha motivación y fue una facultad que desde el principio destacó. Los muchachos los veo ahora ya formados, yo siempre les dije, un poco irónicamente, que yo tenía que prepararlos bien porque yo estaba de este lado del aula y en otras ocasiones iba a estar como paciente, como me ha sucedido. A mi, a mi familia, me atienden muchos egresados de la facultad. Tengo un hijo médico, egresado de esa facultad, él es cardiólogo y tuve un problema serio de salud, de COVID y salí adelante gracias a Dios, a mi hijo, al grupo médico y a la comunidad en general, los pacientes, los niños.
-Un aula lleva su nombre… Es un monumento…
– Pues ahí está, es el trabajo que uno ha realizado pero es un trabajo en conjunto, no puedo decir que es personal. Es un trabajo en equipo.
Datos El doctor Mauro Echavarría Loya está retirado del ejercicio de su profesión y de la academia. Hace cuatro años recibió por parte del Congreso del Estado la medalla Pedro Escobedo por su destacada labor como docente.